13 abr 2012

Palacio Güell



Para inaugurar el blog, hemos elegido este edificio por ser uno de nuestros favoritos, y sobre todo, por ser injustamente de los menos conocidos de Gaudí. Hasta hace muy poco estaba restaurándose, y ahora, todo aquel que se acerque a descubrirlo, podrá disfrutarlo en todo su esplendor.
El palacio Güell (1886-1888) fue un encargo del industrial y conde Eusebi Güell, uno de los más apasionados mecenas del modernismo, y sobre todo, de la genialidad de Gaudí. Güell quiso conectar este palacio (calle Nou de la Rambla) con la Rambla a través de un patio interior, ya que por aquel entonces vivir en la Rambla era lo más elegante y exclusivo entre la burguesía catalana. Pero se equivocó, ya que con la caída de las murallas, la zona más exclusiva de Barcelona se trasladó al Paseo de Gracia, donde los burgueses más acaudalados empezaron a encargar sus palacetes en el estilo del momento.
Fue el primer encargo realmente importante de Gaudí, y puso todo su saber hacer en su construcción, sin para ello reparar en gastos, algo que disgustó a la esposa del industrial, y muy especialmente, al tesorero de los Güell.
Por pertenecer a su etapa más inicial, el palacio es mucho más sobrio que las obras que lo sucedieron, pero ya se aprecia un gusto por la innovación técnica y una tendencia a la creatividad fuera de lo común.
Por ese motivo considero esta visita casi obligada, ya que este palacio sintetiza muy bien todo el potencial de Gaudí como arquitecto, aún por consolidar, y la admiración y complicidad del intelectual Güell, que por entonces ya se había rendido a la genialidad del arquitecto.
No se dejen engañar por la sobriedad de la fachada. Es cierto que no es tan colorista ni espectacular como la casa Batlló, pero los arcos parabólicos de la entrada y el trabajo preciosista de forja rematada en las rejas ya es indicativo de lo que está por venir.
La visita a los establos, en el sótano del edificio, ya compensa el precio de la entrada por su impresionante dominio e innovación técnica. Me encantó descubrir que en la rampa de acceso, sustituyó la piedra por la madera para amortiguar el ruido de los caballos.
El interior del palacio es indescriptible, cualquier elemento aparentemente decorativo tiene una finalidad oculta, Gaudí no deja nada al azar, nunca. Llamativa la suntuosa decoración en los techos con artesonados y hierro forjado, la capilla privada donde los domingos asistían a misa, los discretos pasillos superiores para observar sin ser vistos, muy útil para que las hijas de los Güell  sopesaran a los pretendientes.
Pero lo mejor de lo mejor, su cúpula. Es como observar una noche estrellada. Gaudí perfora esta cúpula para que se filtre la luz natural, consiguiendo una iluminación casi mística. Esta cúpula está rematada por una veleta-pararrayos de hierro que da a la azotea exterior, una de las partes más interesantes de la visita.
Preciosas las seis chimeneas decoradas con cerámicas (la famosa técnica del trencadís), cristales y restos de un horno de cal. Todos ellos, elementos de desecho, que Gaudí reutilizó para transformar  el carácter puramente funcional de una chimenea en algo bello, digno de ser admirado. Estas serían las precursoras de las espectaculares chimeneas de la casa Batlló y casa Milà, un campo de pruebas ideal donde Gaudí pudo dar rienda suelta a su imaginación.
Espero que les haya gustado la visita, nos vemos en Barcelona modernista.
Saludos,
Lorena Pallás

fotos: Jorcarma

Más información: web Palau Güell

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